Pedro Nueno: Ampliando
Ya estamos en el 2021. Parece que vamos controlando el virus y relanzando la economía. Reflexionaba cuando conducía (en mi comarca) con una fenomenal puesta de sol. Se veía cómo aquel brillantísimo círculo en el horizonte empezaba a esconderse. De repente la zona malintencionada de mi cerebro me pregunta: ¿Qué pasaría si una investigación anuncia que el sol empieza a apagarse y que en el 2050 estará totalmente apagado? Sería peor que la covid.
Esta zona del cerebro vio que la idea me preocupaba y envió más mensajes. Los días se irían oscureciendo hasta ser siempre de noche. ¿Continuarían teniendo 24 horas? ¿Llamaríamos día a las primeras horas y noche a las últimas? ¿Mantendríamos los horarios, entrar a trabajar a las 8 h y salir a las 18 h? Habría que iluminar calles, edificios, tiendas permanentemente.
Empresas que han despedido por Navidad: los momentos difíciles nos deben remitir a los valores, nos distinguen como humanos
Más mensajes preocupantes: desde el 2000 se dio una gran prioridad a la energía solar, con estímulos, fuerte demanda (era la energía más barata), y grandes inversiones en parques solares. Es limpia, barata y se puede producir en muchos lugares. Pero si se apaga el sol, se acabó la energía solar. Además, si se apaga el sol la temperatura de la Tierra bajaría y habría que utilizar más calefacción. Para calentar el planeta habría que ver cómo se comportan las lluvias. Con lluvias podríamos llenar pantanos y producir energía eléctrica. Seguramente tendríamos que volver al carbón. Habría que ver si continuaba existiendo una cantidad relevante de viento como para montar parques eólicos para producir energía eléctrica.
Mi cerebro me envió más mensajes, no relacionados con el sol, que ya se había ido. Recordé un terremoto que hubo por el mundo, las inundaciones y los incendios forestales. ¿Qué vendrá ahora? Reflexioné conduciendo y bajo una señal “control por radar” en lo creídos que somos sobre nuestra capacidad y cantidad de cosas que no podemos (ni sabemos) controlar. La covid demuestra que en el 2020 no somos capaces de eliminar un virus que consigue atacarnos globalmente.
Ahora mi cerebro me dice cuál es la conclusión que debo obtener de mis reflexiones. La principal es que hemos de ser muy humildes. Empresarios que iban muy bien necesitan gran apoyo de bancos. Directivos que salían en la prensa se han tenido que prejubilar y no tienen claro qué hacer. Médicos de prestigio tienen su hospital con muchos afectados por el virus y algunos se mueren.
Hemos de ser generosos. No ir pensando cómo forrarnos con los problemas de los demás aunque nosotros estemos mejor o suministremos productos relacionados con las soluciones que aparecen. Hemos de esforzarnos, acelerar servicios, ver cómo hacerlo mejor. Ir siempre con la idea de cambiar lo que sea necesario para mejorar. En definitiva, sufrir con quienes sufren y ver cómo podemos evitar los sufrimientos.
Los momentos difíciles han de remitirnos a los valores, lo que más nos distingue como humanos. Alguien puede entender que durante los días previos a la Navidad un responsable de recursos humanos aborde a varios empleados y les diga: “Mira, os tendréis que ir. Ya miraremos qué podemos pagaros. Las cosas ya no van bien y tenemos que salvar la empresa”. Mientras, este director prepara su Navidad. Los empleados afectados por el despido tienen hijos. Un despido así podría implicar problemas para educar a sus hijos, no poder pagar hipotecas, si con su sueldo anterior llegaban justos a final de mes. ¿Dónde estarían los valores de quien actuase así? Pues hay gente que ha recibido este regalo por Navidad. Pensemos que como personas lo que mejor nos caracteriza son los valores. Empecemos el 2021 con el objetivo de practicarlos mejor.
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