
Hace un par de semanas me entregaban un informe sobre la inteligencia emocional en el liderazgo. El documento pretende, básicamente, identificar los niveles de tres pilares en la gestión de cualquier líder (persona). El primero, el autoconocimiento, esa manera de identificar tus patrones de comportamiento y los sentimientos. El segundo, la manera de responder, lo que cada uno elegimos hacer conscientemente frente a hacerlo de un modo más natural o inconsciente. El tercero, la entrega con la que realizas las acciones vinculadas a tu propósito. Este último pilar, para mí, es muy importante por lo que supone en lo que YO decido entregar en mi día a día en base a una razón y para poder llevar a cabo mi propósito. Hablábamos, por lo tanto, de conocernos (qué somos), de elegir (cómo actuamos) y de entregarnos (porqué decido hacer algo). Me gustaría seguir poniendo foco en el último. Durante mi sesión con el consultor, pregunté sobre las competencias que residen en el “entregarse”. Son dos, el incremento de la empatía y perseguir metas nobles. Sin duda, dos competencias llenas de valores potentes y necesarios para cualquier tipo de sociedad, empresa, entorno… Son valores como la generosidad, el respeto, la solidaridad o la tolerancia. ¿Quién querría prescindir de este póker de valores en su día a día?. Incido firmemente en este pilar de la entrega porque durante mi conversación, realice una nueva pregunta, de todas las competencias, ¿cuál evolucionaba peor en términos generales en las empresas?.
La qué más decrecía en términos de competencias en los últimos años, es la empatía. ¿Quería eso decir que vivimos cada vez más en una sociedad menos generosa, menos respetuosa, menos tolerante y solidaria?. Probablemente. De camino a casa en el coche, fui resistiéndome a esa idea, no era posible. Somos mejores que las tendencias de ese informe, me decía.
Fue en ese momento cuando recordé un episodio reciente que venía a construir en esa línea, eran los hechos vividos un día extraordinario que demostraban mi teoría. Me refiero al día del apagón. Ese día, cuando España se quedó sin luz, yo estaba en el coche camino de la oficina desde la otra parte de Madrid. Al principio todo fue algo caótico, no entendíamos nada y pocos eran los que podían contactar con alguien. En escasos minutos empezamos a saber el origen de la situación. No había luz en toda España!! España estaba a oscuras! ¿O no?.
De ese día recuerdo cosas muy buenas. Cómo la gente se organizó rápidamente para que todo funcionase a pesar de las circunstancias. Vi generosidad y empatía a raudales. Gente que cedía su lugar en la cola del autobús a personas que necesitaban ir a por sus hijos pequeños, taxis que cogían pasajeros aun sabiendo que no les podrían cobrar con la finalidad de ayudar. Todavía el otro día me decía un taxista que todos sus clientes de ese día le pagaron sus carreras días más tarde por Bizum “ni uno solo me dejo de pagar”. En los cruces, el tráfico de personas y coches fluía de manera natural, unos se cedían el paso a los otros sin necesidad de semáforos. No había crispación.
En mi empresa volvió a salir el espíritu de anteriores crisis. Coordinación total, toma de decisiones rápidas, personas al centro como no podía ser de otra manera, rápidos análisis de situación y generosidad para ver cómo podíamos ayudar a nuestros trabajadores, a nuestros clientes, proveedores…..
Estuve hasta las 21:00 de la noche sin poder hablar con mi mujer y mis hijos, pero no me preguntéis por qué, sabía que todos estarían bien y que a todos alguien les habría ayudado en caso de necesitarlo.
Creo sinceramente que la sociedad, mayoritariamente (personas y empresas), perseguimos una gran entrega en todas nuestras actuaciones, con niveles de empatía mejorables, seguramente, pero con el objetivo de alcanzar metas nobles. Quizá lo que nos falta es ponerlo mucho más al frente para ejercerlo de manera mucho más habitual que cuando nos enfrentemos a situaciones extraordinarias. Porque en el fondo, el incrementar la empatía depende de cada uno de nosotros.
Miguel Ángel Miguel. Director General de Transformación en Mahou – San Miguel y miembro del FELOG.





