El pasado diciembre se publicaba un artículo en La Vanguardia con este título, sacado del libro que ha publicado el psicólogo Javier Urra y que me pareció de una actualidad significativa. Incluso creo que esta frase se puede extrapolar y convertir en clásica, para ser tenida en cuenta en cualquier sociedad. La teoría se basa también en un ensayo del profesor de criminología de la Universidad de Copenhague Keith Hayward, titulado Cultural Criminology and Human Experience, con el adagio “Our culture killed adulthood”. Con todo ello, se subraya la ausencia de madurez y creo que, desgraciadamente, las líneas colectivas actuales así lo demuestran.
Esta inmadurez colectiva viene provocada en primer lugar por los niños criados en exceso con derechos, sin casi obligaciones, que se hacen jóvenes que al final no están preparados para soportar la frustración ni el más mínimo contratiempo. Es una generación de desmesura, que en España se ve favorecida por el hecho de que la crisis ha demorado el acceso a un trabajo estable, y, como consecuencia de ello, el retraso en la edad de emancipación.
Las nuevas tecnologías también tienen mucho que ver en la pérdida de la apreciación del esfuerzo y la responsabilidad. Las redes sociales han contribuido a crear una ilusión de éxito rápido y a menudo falso, llevando a muchos jóvenes a un comportamiento inmaduro, con falta de empatía y de responsabilidad, en demasiados casos.
Perspectiva
La juventud que sube lo hace de una manera que contribuirá a agravar más el descenso de los valores éticos y morales que ya sufrimos.
Consecuencia de todo ello, es decir, de esta inmadurez colectiva que provocan infantilismo y superficialidad, es que tenemos casos paradigmáticos de falta de madurez en muchos ámbitos: en la política, en los negocios y en la vida cotidiana.
Casos y actos democráticamente lamentables e injustificables que demuestran esta inmadurez son los más importantes de los últimos tiempos, como el asalto al Capitolio de Washington promovido por Donald Trump, Javier Milei o Boris Johnson. También el fenómeno de los populismos y nacionalismos extremos tiene mucho de esta inmadurez colectiva.
Por otro lado, en nuestro país se están haciendo insoportables los comportamientos políticos de toda la población, donde la crispación y la intolerancia se imponen a la convivencia. Este es el reflejo claro de una sociedad infantil, que reacciona con visceralidad y no con serenidad. Como si la madurez fuera una losa en lugar de una virtud.
Por todo ello, pienso que debemos apostar decididamente por la madurez como un valor social y personal, por la responsabilidad y la capacidad de pensar antes de actuar. Son tiempos de reflexión y serenidad, de recuperar la importancia de la ética y del sentido común. Tiempos de poner límites y asumir consecuencias, de aceptar que la madurez no es una carga, sino un signo de crecimiento y progreso. Tiempos de entender que el futuro se construye con personas más equilibradas y coherentes, y con sociedades más maduras en su funcionamiento y con mucha más dosis de aceptación.
Josep Lluís Rovira
Emprendedor







